Nuevas voces – Richard Bastias



“Cuando uno termina el doctorado, siempre llega con una idea”, recuerda Richard Bastías al referirse a su tiempo estudiando en Bologna, Italia. El científico se había dedicado a estudiar el efecto del color de la luz sobre las plantas frutales, una experiencia que, a su parecer, fue muy diferente a la de un doctorado convencional. “Fue un doctorado de hacer cosas. En Chile, el PhD tiende a estar más enfocado en la publicación de papers y la investigación tradicional. Siento que deberían incentivar más la creatividad”, opina.

Cuando regresó a Chile, Richard se encontró con que el daño que ocasiona la irradiación solar en las frutas era un gran problema para la industria frutícola. Cuando lo contactaron empresas para plantearle el desafío, se enfrentó a dos caminos: “O voy por un proyecto investigación más básica o apuesto por apuntar a la investigación aplicada e innovación para alcanzar desarrollo de la tecnología por otra vía”.

Para tomar esta decisión, el contacto con la industria fue clave. “La crisis climática obliga a las empresas a hacer algo ahora. Ya no pueden esperar un estudio de 3 o 4 años para comprender el porqué del problema”, explica, al referirse a las conexiones que forjó con unos productores de manzanas. “Y nos pegamos el salto, y apuntamos al desarrollo tecnológico”.

Junto a un proyecto FIA, se desarrolló una malla que modifica la radiación solar, permitiendo seleccionar qué longitud de onda de la radiación solar le sirve al cultivo específico y cual no. El resultado fue tan promisorio, que en 2016 se licenció la tecnología a la empresa sin siquiera haber concluido el proyecto. El éxito de esta tecnología fue producto de la colaboración con diferentes actores del ecosistema de innovación, como la oficina de transferencia y licenciamiento de la Universidad de Concepción y, más recientemente, el Hub APTA. Este último apoyó al equipo de Richard en internacionalizar el producto, permitiéndoles patentar en México y Estados Unidos.

Aunque el recorrido no ha sido fácil. “Tuve muchas reuniones y conversaciones con personas que decían tener un problema, pero fui yo quien tuvo que salir desde la Universidad y acercarme a la empresa, siempre con el convencimiento de generar una solución. En Chile nos falta trabajar un poco más en formar ese puente entre la academia y la empresa que nos permita transitar en forma más armónica hacia ambos lados. Todavía falta fortalecer las confianzas del uno y del otro lado”, enfatiza.

A pesar de ello, Richard mira con mucho optimismo las oportunidades de innovación en Chile. “Tenemos en Chile un nivel inventivo y de creatividad muy grande, muchas mentes creativas, y las Universidades juegan un rol relevante”.